Un 14 de junio de 1927, murió, en extrañas circunstancias, Ottavio Bottecchia. Fue una muerte sin aclarar, ya que un agricultor de Peonis, localidad cercana al pueblo de residencia de nuestro protagonista, encontró un cuerpo agonizando en la cuneta de la carretera; tenía el cráneo roto, al igual que una clavícula y otros huesos.
Pronto se confirmó que era Ottavio Bottecchia; le llevaron a un bar y, sobre una mesa, el cura le dio la extremaunción. De allí fue llevado inmediatamente al hospital de Gemona de Friuli, donde falleció 12 días más tarde sin haber llegado a recobrar el conocimiento.
Tenía 33 años. Oficialmente se trató de un accidente sufrido cuando entrenaba. La primera teoría hablaba de que una insolación le hizo caer al suelo, golpeándose la cabeza. Sin embargo, su bicicleta se encontró bastantes metros más allá, apoyada contra un árbol, y no había sido robada ni dañada. Tampoco había marcas de neumáticos que pudieran sugerir que algún coche le hubiera forzado fuera de la carretera o que hubiera perdido el control de su bicicleta.
Primero fue un emigrante italiano en Estados Unidos quien, tras ser herido y detenido en una reyerta con navajas en un muelle de Nueva York, acabó declarando haber asesinado a Ottavio y a su hermano Umberto por encargo de un dirigente fascista.
Más tarde, dos décadas después del fatal suceso, el campesino propietario de la viña donde se encontró a Bottecchia confesó, en su lecho de muerte, haber asesinado de manera accidental al ciclista: “Vi a un hombre comiendo mis uvas. Le tiré una piedra para asustarle, pero le golpeó. Corrí hacia él y me di cuenta de quien era. Me asusté, le arrastré hasta la orilla del camino y allí lo dejé. Dios me perdone”. Muchos vieron lagunas en esta explicación: por un lado, junio no es temporada de uvas (no maduran hasta finales de verano); por otro, para romper el cráneo a alguien con una piedra tendría que ser tan grande que le obligaría a estar muy cerca, con lo que parece inverosímil la explicación del agricultor. Bottecchia era un héroe local, y estando tan cerca habría sido fácilmente reconocible.
En la investigación policial que se reabrió entonces se concluyó que ambos, campesino y ciclista, se conocían, y que podía tratarse de un crimen pasional. ¿Accidente, robo, motivos políticos, crimen pasional...? Ocho décadas después, las causas de la muerte del peculiar ciclista italiano siguen envueltas –como su personalidad- en un halo de misterio. Casi con toda seguridad seguirán siéndolo por los siglos de los siglos.
Agradecer a Manuel Perez Aguirre por la cesión de este magnifico texto.
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