El pelotón se encuentra aún en estado de shock y apenas ha tenido tiempo de recuperarse tras descubrir el Aubisque y el Tourmalet en su periplo pirenaico del Tour de 1910. Sin embargo, se habla ya de una nueva subida, otra idea fruto de las mentes creativas de Henri Desgrange y de Alphonse Steinès, obsesionados con la aventura. En 1911, el pelotón del Tour de Francia parte a la conquista del Galibier: más alto, más duro, más frío que todo lo que conocían los ciclistas hasta el momento.
La irritación y la rebeldía dan paso a la fascinación por el lugar y la consciencia de la gesta en la mente de los corredores situados entre cielo y tierra. “Os he dejado sin aliento”, comenta orgulloso a los espectadores Émile Georget, el primero en coronar el Galibier, a 2.556 metros de altitud, ese 10 de julio de 1911. El pionero de pioneros, que no puso pie en tierra ni una sola vez durante la subida, acaba de finalizar 34 kilómetros de ascenso, desde Saint-Michel-de-Maurienne, pasando por el Télégraphe. Henri Desgrange, claramente impresionado por el espectacular encuentro con este gigante, transportado por la jornada histórica a la que acaba de asistir el Tour, rubrica en L’Auto un “Acto de admiración”:
“¿No tienen acaso alas estos hombres capaces de subir a unas alturas en la que apenas se vislumbran ya águilas? ¡Oh Sappey, oh Laffrey, oh puerto Bayard, oh Tourmalet! Mi deber me obliga a proclamar que al lado del Galibier no sois más que un pálido y vulgar reflejo; ante un gigante de tal talla, ¡uno no puede sino quitarse el sombrero e inclinarse con una profunda reverencia!”.
Cumpliendo la profecía del primer director del Tour, los corredores acuden desde hace cien años con la misma humildad ante este sagrado monstruo. Algunos han conseguido domarlo, utilizando incluso los repechos más abruptos para labrar su destino. Gino Bartali, por ejemplo, se deshizo de la amenaza de Louison Bobet dominando el Galibier, en 1948. Cuatro años más tarde, sucumbiría en ese mismo lugar ante la ley del relevo de generaciones, con la gesta de Fausto Coppi: “Parecía un teleférico subiendo por su cable de acero”, comentaría entusiasmado Jacques Goddet.
A continuación, Bahamontes, Gaul, Merckx, Zoetemelk, Ocaña o Pantani han grabado su nombre en la cumbre, que ha ganado incluso unos cien metros tras el cierre del túnel y la construcción de una nueva carretera. En 2011, un nuevo nombre entrará a formar parte de la leyenda, con la primera llegada que se disputa en el Galibier. A 2.645 metros, la meta más alta de la historia del Tour.
Fuente: Le Tour
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